La vida de un artista se mide no solo por su talento, sino también por la huella que deja en la memoria de quienes lo escuchan. Ramón el Portugués, un cantaor que supo tocar el alma de quienes tuvieron el privilegio de oírle, se despidió de este mundo el pasado lunes. Su legado perdurará, no solo a través de sus grabaciones, sino también en la profunda conexión emocional que creó con su público.
La esencia de un cantaor
Ramón Suárez Salazar, conocido artísticamente como Ramón el Portugués, se distinguía por su presencia escénica y su inconfundible voz. Su mirada profunda y sus gestos naturales capturaban la atención al instante, logrando que cualquier establecimiento donde se presentara, como el Candela o Casa Patas, se convirtiera en un verdadero templo del flamenco. Su estilo, elegante y sin pretensiones, se complementaba con su característico pañuelo de lunares y la corbata que siempre llevaba puesta.
En su vida personal, Ramón era un hombre serio y reservado, pero poseía un sentido del humor sutil que brillaba entre quienes le conocían bien. Su cercanía con la familia del famoso cantaor Porrinas de Badajoz no solo lo conectó con la tradición flamenca, sino que también lo llevó a convertirse en un pilar de esta cultura en su propia carrera.
Un legado familiar en el flamenco
El entorno familiar de Ramón estuvo marcado por la música y el arte. Era sobrino y yerno de Porrinas de Badajoz, además de ser hermano del también cantaor El Guadiana. Aunque sus hijos, Juan José (Paquete), Sabu y El Piraña, se dedicaron a la música, ninguno siguió la senda del cante. Paquete destacó como un guitarrista excepcional, mientras que Sabu y El Piraña lograron hacerse un nombre en el mundo del cajón flamenco.
Este linaje familiar demuestra que el flamenco es un arte que se transmite de generación en generación, aunque no siempre en la misma forma. La influencia de Ramón se siente en su familia, que continúa contribuyendo al legado cultural del flamenco desde diferentes perspectivas.
El camino artístico de Ramón
Desde sus inicios, Ramón mostró una inclinación por el canto. Debutó a una edad temprana junto a su tío Porrinas en Las Cuevas de Nemesio, y rápidamente se hizo un nombre en los tablaos más emblemáticos de la época dorada del flamenco, como Torres Bermejas, Los Canasteros y Café de Chinitas. A pesar de que se consideraba un cantaor «tapado», su habilidad y carisma sobre el escenario eran innegables.
Su repertorio era diverso, aunque se especializaba en los tangos. Sin embargo, también demostró su destreza en otros estilos como bulerías, jaleos, soleares, seguiriyas, granaínas y cantes de Levante. Estas características lo convirtieron en un cantaor versátil capaz de adaptarse a diferentes contextos y públicos.
Grabaciones y colaboraciones memorables
A pesar de no haber tenido una producción discográfica abundante, Ramón dejó algunas grabaciones que son consideradas joyas del flamenco. Su álbum Gitanos de la plaza, lanzado en 1992 bajo el sello de Nuevos Medios, es uno de los trabajos más destacados de su carrera. En 1993, participó en el ambicioso proyecto Jazzpaña, donde colaboró con músicos de renombre internacional como Vince Mendoza, Jorge Pardo y Al di Meola.
- Colaboración con Michael Brecker
- Grabación de Soy gitano justo antes de la muerte de Camarón
- Influencia en el desarrollo de nuevos estilos dentro del flamenco
El contexto en el que se desarrollaron estas grabaciones fue crucial. La noticia de la muerte de Camarón, un referente del flamenco, impactó profundamente a Ramón y su equipo durante la grabación, resaltando la conexión emocional que existía entre los artistas de la época.
La espiritualidad del flamenco
Para Ramón, el flamenco no era solo una forma de ganarse la vida; era un acto espiritual. Este compromiso con el arte lo llevó a rechazar el aplauso fácil y a mantener su integridad artística. Se dice que una vez, al no sentirse en condiciones de ofrecer una actuación de calidad, decidió bajarse del escenario, incluso a costa de perder un contrato. Esta decisión refleja su profundo respeto por el arte y su deseo de ofrecer siempre lo mejor.
Los desafíos personales y su legado
La vida de Ramón no estuvo exenta de dificultades. En los últimos años, enfrentó una grave enfermedad que afectó sus cuerdas vocales. Tras la extirpación de un tumor en la garganta, él expresó a sus médicos: “Me habéis quitado la vida”. Este momento marcó un cambio en su vida, llevándolo a una etapa de reclusión en su barrio de San Blas.
A pesar de la adversidad, Ramón también recibió el cariño y el reconocimiento de sus colegas y aficionados, quienes lo consideraban un referente y un ejemplo dentro del mundo del flamenco. Su habilidad para conectar con el público y su compromiso con el arte no solo dejaron una impresión duradera en quienes le escucharon, sino que también se convirtieron en un modelo a seguir para las nuevas generaciones de artistas.
El impacto en la comunidad flamenca
La noticia de su fallecimiento ha dejado un vacío en la comunidad flamenca. Muchos de sus contemporáneos y seguidores han expresado su tristeza y admiración a través de redes sociales, recordando su contribución al arte y su influencia en el flamenco contemporáneo. Su legado se extenderá a través de su música y de aquellos que continúan su tradición.
Descanse en paz, maestro. Su voz y su mirada permanecerán siempre en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de cruzarse en su camino.




























