La figura de La Niña de la Alfalfa es un símbolo de la cultura sevillana, un referente que va más allá de la música, tocando el corazón de quienes aman la tradición y el folclore. Con motivo del cincuenta aniversario de su fallecimiento, es el momento perfecto para recordar su legado y la huella que dejó en la Semana Santa, en la música y en la memoria colectiva de Andalucía.
Contexto histórico y cultural de La Niña de la Alfalfa
En la Sevilla de principios del siglo XX, las tradiciones religiosas y culturales estaban profundamente arraigadas en la vida cotidiana. En este entorno, La Niña de la Alfalfa, cuyo nombre real era Rocío Vega Farfán, emergió como una figura única, que fusionó el folclore con la devoción religiosa. Nacida en 1895 en Santiponce, su vida estuvo marcada por la pasión por la música y la cultura andaluza, especialmente por la saeta, una forma de canto popular que se interpreta durante la Semana Santa.
La saeta, considerada como el canto de la fe, tiene sus raíces en la tradición flamenca, pero también en la espiritualidad. Es un grito del alma que se eleva hacia lo divino, y La Niña de la Alfalfa supo capturar esta esencia como nadie. Su apodo, que se deriva del barrio donde creció, refleja su conexión con el lugar y su gente.
La llegada del arzobispo José Ángel Saiz Meneses en 2021 marcó un aumento en las salidas procesionales y los actos religiosos, reviviendo las tradiciones que La Niña de la Alfalfa tanto amaba. Sin embargo, la esencia de sus saetas y su estilo único han sido muchas veces eclipsados por las festividades modernas.
Un talento precoz que enfrentó adversidades
Desde muy joven, Rocío Vega mostró un talento excepcional. A pesar de sufrir una grave afección en la garganta a los 16 años, su pasión y dedicación la llevaron a recuperarse gracias a las manos del doctor Portela y su fe en la Virgen de la Estrella. Esta devoción sería el motor de su vida y su carrera, llevándola a cumplir promesas y a cantar cada Domingo de Ramos frente a la iglesia de San Jacinto.
- Prometió cantarle a la Virgen de la Estrella cada año.
- Su recuperación fue un milagro que le permitió continuar su carrera.
- Desarrolló un estilo único que la distinguió de otras cantaoras.
La Niña de la Alfalfa y su impacto en la música
Aunque no se la puede clasificar estrictamente como una cantaora flamenca, La Niña de la Alfalfa dejó una huella indeleble en la música española. Estudió con grandes maestros, como el maestro Torres, y se perfeccionó con el tenor Anselmi, lo que le permitió convertirse en una soprano de renombre. Su debut en el Teatro Llorens en 1923 marcó el inicio de una carrera que la llevaría a los escenarios más importantes de España.
El reconocimiento llegó cuando Alfonso XIII la nombró Reina de las saetas en 1916, un título que no solo reflejaba su talento, sino también su importancia cultural. Su colaboración en el estreno de Malvaloca con los hermanos Álvarez Quintero fue otro hito, donde su saeta se convirtió en un símbolo de autenticidad.
Entre sus composiciones más memorables se encuentra una saeta que resonó durante la Segunda República Española, un momento en que su voz se alzó como un faro de esperanza. En este sentido, su música no solo entretenía, sino que también inspiraba y unía a la comunidad.
Legado y reconocimiento en la Sevilla contemporánea
A lo largo de su vida, La Niña de la Alfalfa grabó varios discos, dejando un legado que aún perdura en la memoria de muchos. Su discografía incluye una variedad de estilos que van desde sevillanas hasta peteneras y fandangos, todos interpretados con la guitarra de Niño Ricardo. A pesar de su retiro de los escenarios tras casarse con Jose Guzmán Montes, nunca se apartó de la Semana Santa, manteniendo viva la tradición de la saeta.
Su talento ha influido en numerosos cantaores contemporáneos, que ven en sus interpretaciones una fuente de inspiración. La saeta, como forma de expresión, se ha enriquecido gracias a sus aportes, y su técnica sigue siendo estudiada y admirada hoy en día.
Celebraciones en su memoria y su impacto duradero
El 16 de julio de cada año, Sevilla recuerda a La Niña de la Alfalfa con una serie de homenajes que celebran su vida y su música. En la Capilla de la Hermandad de la Virgen de la Estrella, donde fue hermana de honor, se realizan oraciones y actos en su memoria. Este reconocimiento no solo honra su legado, sino que también refuerza la conexión entre la música y la devoción religiosa en la cultura sevillana.
- Se realizan actos en su honor en la Capilla de la Virgen de la Estrella.
- Se recuerda su impacto en la música y la tradición sevillana.
- Su legado sigue vivo en las nuevas generaciones de cantaores.
Conclusiones sobre su vida y obra
La Niña de la Alfalfa no solo fue una artista excepcional, sino un símbolo de resistencia y devoción. Su vida estuvo marcada por el amor a la música y la fe, y su legado continúa inspirando a quienes buscan expresar sus emociones a través del canto. En cada saeta que se entona en Sevilla, su espíritu sigue vivo, recordándonos la belleza de la tradición y la importancia de mantenerla viva en el corazón de los sevillanos.




























