El flamenco es un arte que evoca emociones intensas y profundas, y experimentar su fusión con instrumentos históricos puede resultar verdaderamente fascinante. Recientemente, un recital en la Bienal de Arte Flamenco de Málaga trajo a la vida esta combinación, ofreciendo a los asistentes una experiencia única en un entorno que parecía sacado de otro tiempo.
El entorno mágico de Macharaviaya
El recital tuvo lugar en Macharaviaya, un lugar lleno de historia y encanto. Este pequeño pueblo malagueño no solo es conocido por su belleza paisajística, sino también por su rica herencia cultural. Su Iglesia de San Jacinto se convirtió en el escenario ideal para un evento que buscaba rendir homenaje a las raíces del flamenco.
Este templo, con su atmósfera recogida, proporcionó un espacio propicio para la introspección y la conexión emocional a través de la música. La combinación de su arquitectura sobria y el arte flamenco creó un ambiente de solemnidad que atrapó a todos los presentes.
Instrumentos que cuentan historias
En este recital, la interacción entre instrumentos antiguos y el cante flamenco fue un desafío, pero también una oportunidad. La presencia del órgano positivo y el clave de Antonio del Pino aportó un aire de antigüedad que, lejos de ser invasivo, se integró de manera sublime con la voz de Bonela Hijo y la guitarra de Bonela Chico.
Los instrumentos utilizados, que datan de siglos pasados, aportaron una textura sonora que resonó con la riqueza del flamenco, creando un diálogo musical que sorprendió y deleitó. Esta fusión no solo resaltó la versatilidad del flamenco, sino que también mostró cómo los sonidos tradicionales pueden complementarse entre sí, generando nuevas experiencias auditivas.
El poder emocional de la seguiriya
El recital comenzó con la interpretación de la seguiriya, uno de los palos más tristes y profundos del flamenco. Elección notable para abrir el evento, ya que es un estilo que requiere una gran maestría vocal y emocional. La modalidad jerezana, evocando las raíces más profundas del flamenco, se presentó de manera excepcional gracias a la habilidad de Bonela Hijo, quien logró transmitir la esencia de este palo con gran autenticidad.
La seguiriya es conocida por su capacidad para evocar sentimientos intensos, y la combinación con el órgano permitió explorar nuevas dimensiones de su interpretación. La sutileza y la delicadeza de Antonio del Pino fueron cruciales, ya que supo adaptarse a la fuerza expresiva del cante, aportando una atmósfera de solemnidad que enriqueció la experiencia.
Explorando el legado musical
El recital continuó con la interpretación de la malagueña, donde Antonio del Pino logró capturar los acentos del cante, creando un ambiente mágico. Esta forma musical, que tiene sus raíces en la tradición andaluza, es conocida por su belleza melódica y emocionalidad. Bonela Hijo, al interpretar la malagueña del Mellizo, rindió homenaje a un cantaor gaditano que, según se dice, encontraba inspiración en la misa cantada.
Esta conexión entre el arte flamenco y la música litúrgica resalta cómo las influencias culturales se entrelazan. Al profundizar en las raíces de la malagueña, los intérpretes lograron conectar con los asistentes a un nivel más íntimo, evocando la historia y el sentimiento que resuena a través de generaciones.
Las xácaras y su influencia en el flamenco
Un momento destacado del recital fue la interpretación de las xácaras, piezas del siglo XVII que Antonio del Pino ejecutó al clave. Esta danza, tradicionalmente asociada a la picaresca y lo popular, ha influenciado a varios palos flamencos. La interpretación estuvo acompañada por los palmeros, quienes aportaron un ritmo en compás de soleá, un palo flamenco que se caracteriza por su profundidad y solemnidad.
La soleá es considerada uno de los pilares del flamenco, y su interpretación en este contexto amplificó su significado. La fusión de la voz, la guitarra y el órgano creó un todo armónico que engrandeció el cante, llevándolo a nuevas alturas. Este tipo de experimentación es crucial para mantener viva la tradición flamenca mientras se exploran nuevas direcciones.
Momentos de gran belleza
La interpretación de la Folía al clave fue otro de los momentos memorables. Antonio del Pino logró infundir a esta danza del siglo XVIII un aire flamenco, creando una pieza que encantó al público. Bonela Chico, con su destreza en las castañuelas, contribuyó a esta atmósfera fresca y vibrante, mostrando la riqueza de la música flamenca.
Bonela Chico, además, demostró su técnica y frescura interpretando el zapateado de Esteban de Sanlúcar, famoso no solo por su acompañamiento, sino también por sus solos de concierto. Este enfoque en la técnica y la expresión individual es lo que hace que el flamenco sea una forma de arte tan dinámica y emotiva.
Un cierre espectacular
El recital culminó de manera brillante con una interpretación que llevó al público a un viaje musical por tierras americanas. Bonela Hijo, a través de la vidalita, la milonga de la Niña de la Puebla y el tango Mano a Mano de Carlos Gardel, cerró el evento con una flamenquísima actuación que resonó en el corazón de todos los presentes.
La calidad de los intérpretes, su coordinación y el equilibrio en la duración del recital dejaron una impresión duradera, haciendo que el público se pusiera de pie, aplaudiendo con entusiasmo. La Iglesia de San Jacinto se llenó de aplausos y un sentimiento colectivo de satisfacción y conexión con el arte flamenco.
Ficha artística
Barroco flamenco, de Bonela Hijo y Antonio del Pino
IX Bienal de Arte Flamenco de Málaga
Iglesia de San Jacinto, Macharaviaya, Málaga
11 de julio de 2025
Cante: Bonela Hijo
Clave y órgano positivo: Antonio del Pino
Guitarra: Bonela Chico




























